Un impío y presumido narcotraficante decidió canjear sus huellas dactilares para evadir al estado y a sus contradictores. Al poco tiempo murió de un mal de amor y atravesó las puertas del cielo sin ningún tropiezo a pesar de los minuciosos chequeos de San Pedro. Todos los días antes del ocaso sobre una nubecita blanca y tras sus lentes oscuros observa con gran determinación a su donador (el mismo que callo su verdad) escaldando su inocencia entre las llamas del infierno.
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